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Hacia una nueva era en la gestión del riesgo climático en México

Las herramientas convencionales para mitigar los riesgos derivados de los eventos climáticos ya no son suficientes. Así lo han demostrado los catastróficos acontecimientos sucedidos en los estados de Veracruz, Puebla e Hidalgo en los últimos días. Es necesario entrar en una nueva era de predicción, planificación y mitigación de riesgos ante el innegable impacto que el cambio climático acarrea con una fuerza hasta ahora desconocida.

Durante la segunda semana de octubre de 2025, lluvias torrenciales asociadas a los remanentes del huracán Priscilla y la tormenta tropical Raymond provocaron inundaciones sin precedentes, deslaves, destrucción de infraestructura y la pérdida de decenas de vidas humanas. Estos hechos no son eventos aislados ni imprevisibles: son el resultado de una combinación entre vulnerabilidad estructural, deficiente ordenamiento territorial y modelos de gestión del riesgo obsoletos frente a un clima que se comporta con mayor intensidad y menor previsibilidad.

En las últimas décadas, México ha desarrollado instrumentos valiosos como los Atlas de Riesgos Municipales y Estatales, el Atlas Nacional de Riesgos y diversos programas de ordenamiento territorial. Sin embargo, los acontecimientos recientes han demostrado que la existencia de estos instrumentos no garantiza su eficacia. En muchos municipios, los atlas no se actualizan con la frecuencia necesaria, no incorporan escenarios de cambio climático, o bien no se integran de manera efectiva en las decisiones de planeación urbana y territorial.

Frente a esta realidad, urge replantear el modelo de gestión del riesgo climático en México. Los atlas deben evolucionar hacia sistemas dinámicos de predicción, integrando datos satelitales, modelación hidrológica en tiempo real, sensores de nivel de agua, inteligencia artificial y plataformas participativas. La información debe ser pública, interoperable y vinculante en los procesos de otorgamiento de licencias, urbanización e inversión en infraestructura.

La gestión del riesgo debe dejar de ser un anexo técnico para convertirse en el núcleo de la planificación territorial y urbana. Esto implica incorporar criterios de resiliencia climática en todos los niveles de decisión: desde el diseño arquitectónico hasta la política fiscal y la regulación del suelo.

México cuenta con capacidad técnica, académica y social para liderar esta transición. Universidades, institutos de investigación y colectivos territoriales han demostrado que la combinación de conocimiento científico, tecnología y planeación participativa puede generar soluciones basadas en la naturaleza, restaurar cuencas y fortalecer la resiliencia comunitaria.

Los recientes desastres en Veracruz, Puebla e Hidalgo no deben ser vistos como tragedias aisladas, sino como alertas estructurales de un sistema que necesita transformarse. La era de la adaptación climática no admite demoras.

Gustavo Madrid Vazquez